Día 82 | Proverbios 6:34

Cuidado, diligencia, esmero que alguien pone al hacer algo.

Interés extremado y activo que alguien siente por una causa o por una persona.

Envidia del bien ajeno, o recelo de que el propio o pretendido llegue a ser alcanzado por otra persona.

Platón: Platón argumentó que el hombre es inherentemente bueno, pero se corrompe por las malas influencias de la sociedad.

Aristóteles: Aristóteles sostuvo que el hombre no es inherentemente bueno ni malo, sino que puede actuar de manera virtuosa o viciosa dependiendo de su educación y hábitos.

Thomas Hobbes: Hobbes creía que el hombre es inherentemente malo y egoísta, y que el Estado es necesario para mantener el orden social.

Jean-Jacques Rousseau: Rousseau sostenía que el hombre es inherentemente bueno y pacífico, pero se corrompe por las malas influencias de la sociedad y la civilización.

John Locke: Locke argumentó que el hombre es inherentemente libre y racional, y que puede actuar de manera moral y justa si se le dan las condiciones adecuadas.

¿Qué dice la Escritura?

CELOS, CELOSO La palabra griega zelos viene de una raíz que significa «estar caliente, entrar en ebullición»; traduce bien la palabra hebrea Quin-ah, cuya raíz designa el rojo que sale al rostro de un hombre apasionado. En la Escritura el término se refiere a la emoción que surge cuando se infringe o se niega el derecho a la posesión exclusiva. Describe la actitud de Dios hacia la violación de su derecho al servicio y adoración exclusiva de su pueblo. Dios es un Dios celoso (Ex. 20:5); su nombre es Celoso (Ex. 34:14); y es muy celoso de su santo nombre (Ez. 39:25) y también por el bien y bienestar de su santa ciudad (Zac. 1:14). Pablo habla de celos buenos (2 Co. 11:2) y también de los celos levantados o excitados en los judíos con el llamamiento de los gentiles (Ro. 10:19, que apela a Dt. 32:21). Defendiendo su conducta, Elías ruega, «He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos» (1 R. 19:10). Los celos también describen la actitud del esposo hacia la esposa de quien se sospecha infidelidad (Nm. 5:14–30; Pr. 6:34; Salmos de Salomón 8:6). La palabra «celos» se relaciona etimológicamente con las palabras griega y hebrea correspondiente.

En el Antiguo Testamento, Dios se describe a sí mismo como un Dios celoso (Éxodo 20:5), lo que significa que exige la lealtad y la adoración exclusiva de su pueblo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, se enfatiza la importancia de abandonar los celos y otras actitudes pecaminosas en favor de una vida de amor y servicio a Dios y a los demás (Gálatas 5:19-21).

La Biblia también describe cómo los celos pueden ser destructivos en las relaciones humanas. Por ejemplo, la historia de Caín y Abel muestra cómo los celos pueden llevar a la violencia y el asesinato (Génesis 4:1-8), y la historia de José y sus hermanos muestra cómo los celos pueden llevar a la traición y la injusticia (Génesis 37).

2 Co 11:1–4Espero que toleren un poco más de mis «tonterías». Por favor, ténganme paciencia; 2 pues los celo, con el celo de Dios mismo. Los prometí como una novia pura a su único esposo: Cristo. 3 Pero temo que, de alguna manera, su pura y completa devoción a Cristo se corrompa, tal como Eva fue engañada por la astucia de la serpiente. 4 Ustedes soportan de buena gana todo lo que cualquiera les dice, aun si les predican a un Jesús diferente del que nosotros predicamos o a un Espíritu diferente del que ustedes recibieron o un evangelio diferente del que creyeron.